Trova y memoria: el conocimiento desde la música autóctona puertorriqueña
- Eloy A. Ruiz-Rivera
- 26 mar
- 9 Min. de lectura
Aunque en nuestro apartamento de una habitación, en el número 75, no había aire acondicionado, truco que yo no conocía, uno de los recuerdos más claros que tengo de mi niñez es aquella canción, cuya imagen poderosa nunca podré borrar:
“Por estufa es un fogón
que yo aguijono con leña
como mi casa es pequeña
no tengo televisión.
En mi estrecha habitación
yo vivo cual abogado,
escuchando en el techado,
señores a la paloma
y yo vivo allá en la loma
mejor que un adinerado”.[1]
Eran finales de los años ochenta y “Allá en la altura” es la primera canción “jíbara” que recuerdo en la voz de una mujer, la inigualable Lucecita Benítez, la Voz Nacional de Puerto Rico. Esa canción, de un autor naranjiteño llamado Francisco Roque Muñoz, fue inmortalizada por Flor Morales Ramos, conocido como “Ramito, El Cantor de la Montaña” (1915-1990), junto a sus hermanos Luisito y Moralito. Aquella producción es un tributo de Lucecita a nuestra música autóctona.

En ese álbum, que mi padre tenía en “cassette”,[2] recuerdo otras dos canciones icónicas de la música típica puertorriqueña: Divino Maestro y Las Cadenas, ambas autoría de Luis Morales Ramos, “Luisito”, conocido como “El Montañero”. Luisito era el hermano menor de Ramito, quien se considera “la máxima expresión de la trova campesina puertorriqueña”.[3]

El propio Ramito se configura como testigo de una historia, en la que utiliza sus memorias no solo para rememorar sus inicios como músico, sino colocarse como un protagonista, cuyo legado lo “hice para inmortalizar el nombre de Ramito”, refiriéndose a sí mismo. En la entrevista con el siempre querido Tommy Muñiz, uno de los precursores de la televisión en Puerto Rico, se inmortaliza doblemente a través de la cinta que no existía cuando grabó por primera vez:
“[…]en el ’32, se grababa directo al plato, no había eso de cinta magnetofónica, no había… sencillamente la vitrola era que se daba una manivela… siempre tengo el recuerdo. Figúrate, yo no he hecho en esta vida nada más. Cantar y seguir cantando, seguir produciendo para los que vienen sepan que aquí hubo música jíbara, música típica de nuestro pueblo, música folclórica, donde entra la plena, que yo he cantado tanto, el aguinaldo, el seis, otros números musicales que no conocía Puerto Rico y que yo los hice, musicalicé, para llevarlos al pentagrama. Como el mapeyé, que no lo conocía Puerto Rico. El mapeyé existe porque existe el sobrino de mi tío. Entonces la Enramada, que la hice para inmortalizar el nombre de Ramito”.[4]
Ramito era del barrio Bairoa de Caguas y allí, siendo muy niño, escuchaba a su abuelo Lorenzo Morales y a otros campesinos entonar cantos bueyeros mientras trabajaban con carretas de bueyes en el campo de Bairoa, cuando ya demostraba talento. Con la poca escolaridad de la época, se convirtió en un genio de nuestra música con más de 150 grabaciones. Fue el único trovador de su tiempo que denunció el maltrato contra las mujeres. Como señala José Ángel Gómez:
“No sabía apenas nada de lo que, sostienen, debemos saber: trigonometría, Platón, biología, civismo… Tampoco ellos saben que las fórmulas todas se pueden reducir a canción y no sospecharon que aquel crío pequeño las empezaba a atesorar”.[5]
Sin embargo, para mí el preferido siempre ha sido Chuíto, el de Baymón, por las imágenes que evocan mis recuerdos de aquellos días. El “Decano de los Cantores”, el gran Jesús Sánchez Erazo (1900-1979), maestro de la trova puertorriqueña, aunque considerado en segundo lugar después de Ramito, es un ícono y precursor de nuestra música típica. Su propio testimonio lo ubica siendo el primer cantor de música jíbara en la radio puertorriqueña, controversia que disputó con Chuíto, el de Cayey.
Chuíto desde los siete años fue “pinche” de la caña, llevándole agua a los carreteros, convirtiéndose luego en cuartero de yuntas, ayudante de carreteros y carretero. Como afirma Josilda Acosta, los carreteros “cantaban e improvisaban, mientras llevaban la caña a la central. Así fue como Chuito se hizo “canta’or”, según contó en esta entrevista y aprendió a improvisar las cadenas”.[6] Chuíto, también se erige como testigo con otro inmortal de la televisión, el mayagüezano Toppy Mamery, donde rememora sus inicios en la década de 1920.
En nuestro apartamento había otro cassette, cuya carátula era de un viejito jibarito con perro en una jalda. Me entristecía el viejo por considerarlo desamparado. Con los años descubrí que el viejo era Chuíto, quien se disputaba ser más jíbaro que ninguno por haber sido carretero y tabaquero, cuya música surgía de la experiencia de los trabajadores pobres. El álbum es un ícono de nuestra música típica, “Te saluda un trovador”, bajo la dirección del recientemente fallecido, maestro Pedro Rivera Toledo.
Lo interesante de esta producción es que el propio Chuíto consideraba a compositores como Rafael Hernández y Pedro Flores como “filósofos”, mientras que su música es popular, experiencial, pero termina grabando música típica con una orquesta. Esa imagen es una setencia de la controversia que cantó con Antonio Cabán Vale, el “Topo”, estando en el cuatro el virtuoso Maso Rivera, cuando canta vencedor:
“Que nadie me diga de eso yo puedo dar fe,
Si yo he talao’ los cafés y me han picao’ las hormigas, ay Dios.
El abayarde y la ortiga gusto conmigo se han dao
Con un avispero al lao’, dejándolas que brinquen
Eso se llama en Borinquen un jíbaro terminao”.[7]
Ambos trovadores, pioneros mediáticos de la visibilización de nuestra música típica, cantan a la tierra, a la patria, al amor. Ambos, aprenden a cantar desde muy pequeños, tomando como motor los recuerdos de sus abuelos, nacidos en el siglo 19, herederos de los saberes de la sociedad agrícola tradicional, tanto en Caguas como en Bayamón, ambos pueblos íconos en la economía del tabaco y la caña de azúcar a inicios del siglo 20. No olvidemos que Chuíto es el autor del clásico, “Yo me tomo el ron”, una actividad intrísecamente asociada al jíbaro, arquetipo de lo "puertorriqueño".

El historiador Pierra Nora señala en su libro Los lugares de la memoria que la historia y la memoria nacen de una misma preocupación y comparten un mismo objeto: la elaboración del pasado. Para este, la memoria es la vida, siempre encarnada por grupos vivientes y en evolución permanente, “abierta a la dialéctica del recuerdo y de la amnesia, inconsciente de sus deformaciones sucesivas, vulnerable a todas las utilizaciones y manipulaciones, capaz de largas latencias y repentinas revitalizaciones”.[8] Por el otro lado, historia es la reconstrucción siempre problemática e incompleta de lo que ya no es.
Considera la memoria un fenómeno siempre actual, “afectiva y mágica”. Como dijo Halbwachs, la memoria surge de un grupo al cual fusiona, lo que significa, que hay tantas memorias como grupos, que es por naturaleza múltiple y desmultiplicada, colectiva, plural e individualizada. Sin embargo, plantea el historiador Enzo Traverso, que hay una jerarquía entre historia y memoria.
Más allá de ser antinómicas, Traverso reconoce que tienen una relación tensa y a menudo conflictiva. En su su libro El pasado, instrucciones de uso, Traverso explora cómo la memoria y la historia responden a lógicas diferentes. Mientras que la memoria es subjetiva, fragmentaria y emocional, se construye en función de experiencias personales o colectivas y está vinculada a la identidad.[9] En tanto, historia es la representación narrativa del pasado, con una metodología, que la ubica en el canon de la ciencia, atravesada por el arte.
Había olvidado por completo a Casiano Betancourt Morales (1945-2017), trovador y abogado de profesión, primo lejano de mi padre, de los Betancourt de la Sabana, sector en el barrio Quebrada Grande, donde se crió Papa. Para mi familia, como para muchas, esta música encierra algo especial, que va del recuerdo a la melancolía; que se interpone como una fijadora de experiencias, de sentimientos, de sensaciones. ¿Por qué? ¿Por qué cuando fallece alguien, en el “campo”, como ocurrió con mi tío Eloy, cantó un trovador como Mariano Cotto? ¿Hay una memoria en el “campo”, altar de lo puertorriqueño, que no guarda la ciudad?
Aunque me crié en el borde con la avenida Barbosa, universitariamente citadina, y no estudié en el Departamento de Historia “en los tiempos de oro”, como se lamentó mi profesor de Humanidades de primer año, crecí con la convicción de tener una experiencia privilegiada al ser heredero de una memoria colectiva, la de mi país, por el vínculo que aprendí con mi padre a la tierra puertorriqueña. No sé si el querido profesor corrió la misma suerte, que espero que sí.
Se agolpan en la memoria colectiva puertorriqueña todas nuestras victorias, nuestras luchas y contiendas como pueblo, desde los campeonatos de boxeo y certámenes de belleza, hasta la política partidista y la ideología; aspectos sociales, como los derechos humanos, las sociabilidades, las transgresiones a la norma o la visión sobre la legalidad;[10] aspectos culturales como las creencias, la religión, las costumbres, las tradiciones, las ideas, la raza, el género; en fin, las visiones del mundo; las emociones, desde la tristeza, la alegría, la frustración, el coraje; nuestros traumas colectivos, como los relacionados con los huracanes, los terremotos y la pandemia.
Un pasado, que lejos de ser inmutable, a cada rato sigue reconstruyéndose con nuestros recuerdos. ¿Cómo se configuran los derechos humanos, la raza o el género desde los recuerdos que construimos con la música en memoria ?
Como bien señala Fernando Picó, el imaginario popular, en repetidas ocasiones, ha celebrado más al transgresor tipificado por las autoridades que al agente punitivo.[11] La música da cuenta de eso testimonio, como la copla entonada cuando fue fusilado por las fuerzas españolas en 1825 el pirata y héroe popular, el caborrojeño Roberto Cofresí:
“Se lo llevaron al Morro
una mañana temprano.
¡qué valiente fue el cachorro!
¡qué cobarde el miliciano!”
La música, como una de las expresiones de la experiencia humana, que va a nuestra condición como seres que transitamos entre el pensar y el sentir, ¿cómo se vale de la memoria individual y colectiva? ¿Podemos construir conocimiento a partir de la memoria? ¿Qué papel juega la sonoridad en nuestro conocimiento, el “científico” y el de la “calle”, el de la Universidad de la Vida?
¿Qué es la música ‘autóctona’? ¿Qué es lo jíbaro? ¿Cómo surge? ¿Qué papel juega la memoria en lo jíbaro? ¿Es lo típico una memoria privilegiada?
Esas son mis preguntas para el maestro de esta lección, el compañero Guersom Báez Fonseca, estudiante del Programa de Bachillerato en Estudios Generales, y compañero del curso ESGE 4121, "Fundamentos Epistemológicos de las Humanidades", ganador tres veces del Primer Premio del Concurso Nacional de Trovadores del Instituto de Cultura Puertorriqueña. ¿Hay un martirio sin victoria?[12]

Referencias
[1] Francisco Roque Muñoz, “Allá en la altura”, interpretada por Lucecita Benítez, Criollo Folklore, 1990. YouTube Video, 3:41. Publicado por “Lucecita Benítez - Tema”, Mayo 2020. https://youtu.be/YQ4YejKathk?si=q7vmGOlT-cc3iWDt.
[2] Los cassettes no solo dan cuenta del desarrollo de la tecnología de reproducción y soporte musical, sino que permite profundizar en la vida social de las cosas y su materialidad. Arjun Appadurai propone que los objetos materiales no son simplemente cosas estáticas, sino que tienen una vida social, circulando, cambiando de valor y adquiriendo diferentes significados según los contextos sociales, económicos y culturales en los que se insertan. Véase de Arjun Appadurai, editor, La vida social de las cosas: perspectiva cultural de las mercancías (México: Grijlabo, 1986),
[3] Miguel López Ortiz, “Luis Morales Ramos “El Montañero””, en Fundación Nacional Para la Cultura Popular. https://prpop.org/biografias/luis-morales-ramos-el-montanero/. Consultado el 25 de marzo de 2025.
[4] “Entrevista a Ramito 1981”. Grabado 1981. YouTube Video, 2:40. Publicado por “Archivo Medios Visuales, UPR-RP,” Publicado en junio 2023. https://youtu.be/gDNaf5wBYxw?si=nesthkZTm9dIC4X_
[5] Jose Ángel González, “Ramito, el jíbaro de puerto rico que cantó hasta en la Casa Blanca”, en Colección Gladys Palmera. https://gladyspalmera.com/coleccion/el-diario-de-gladys/ramito-musica-jibara-puerto-rico/. Consultado el 25 de marzo de 2025.
[6] Josilda Acosta Figueras, “Chuito, el de Bayamón (Jesús Sánchez Erazo) “El Decano de los Cantores”, en ExhibicionesVirtuales del Archivo General de Puerto Rico
[7] “Recordando a Chuíto, el de Bayamón”. YouTube Video, 14:00. Publicado por “Archivo Medios Visuales, UPR-RP,” Publicado en septiembre 2024. https://youtu.be/nNPggVDsUe4?si=IDhCm7y3iiujG8UE.
[8] Pierre Nora, Los lugares de la memoria (Francia: Galliarmard, 2008), 20-21.
[9] Enzo Traverso, El pasado, instrucciones de uso, trad. de Lucía Vogelfang (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2011), 21-31.
[10] Toño Bicicleta para los de nuestra generación.
[11] Fernando Picó, “Raíces históricas de la violencia en Puerto Rico”.
[12] “Guersom Báez - El martirio sin Victoria | Final Instituto de Cultura 2023”. Grabado 2023. YouTube Video, 2:00. Publicado por “Kenty Colón,” Publicado en febrero 2024. https://youtu.be/0yaF8Q0KA3A?si=Hj0Wcd4Canimn2od.
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